martes, 1 de diciembre de 2009

bosque oceanico

Los inexistentes turistas antárticos de hace 14.000 años no hubiesen visto ni una sola roca en su crucero: por aquel entonces, toda la Península Antártica estaba cubierta de hielo; más aún, probablemente los geólogos habrían tenido que suponer la existencia de las Montañas Transantárticas, ya que, según algunos glaciólogos, también la cadena estaba sumergida en el hielo. Sólo después ha comenzado éste a fundirse, y la corteza terrestre a asomar. Es el último episodio de una historia de algo más de 50 millones de años, y cuyo protagonista es la última gran glaciación. Durante toda la Era Secundaria el continente antártico, situado en la actual posición del sur de Suramérica, disfrutó de un clima templado, con espesos bosques de coníferas y un sistema fluvial. Pero hace 55 Ma la geografía juega sus cartas. Una corriente marina que recorría el ecuador tiene que desviarse a medida que África migra hacia el norte y se aproxima a Europa. El resultado de esta colisión serán los Alpes, pero la corriente busca un camino nuevo, por el sur de la India y de África. Al recorrer latitudes altas, el agua se enfría y el clima del planeta también. La historia de este enfriamiento ha quedado registrada: hace unos 40 Ma, los fondos de los mares antárticos empiezan a recibir fragmentos transportados por icebergs; y hace 34 Ma hay huellas de glaciares de casquete en la Antártida Oriental, primero en las Montañas Transantárticas y otras zonas aisladas, y un millón de años después, en todo el subcontinente; en la Antártida Occidental la glaciación sólo comenzará a partir de los 30 Ma, y no culminará hasta hace 10 Ma. Durante las últimas décadas, los climatólogos han discutido sobre las causas de esta evolución, que ha alterado de forma radical el clima de todo el planeta, ya que lo que empezó como una glaciación antártica ha terminado por extenderse también al hemisferio norte. Dos son las hipótesis más defendidas: una que podríamos llamar “oceánica”, y otra que se podría calificar de “atmosférica”. Según la primera, fue la separación de la Antártida respecto a los últimos continentes vecinos, Australia y Suramérica, la causante del enfriamiento decisivo, al permitir el establecimiento de la Corriente Circunantártica, que aislaría térmicamente al continente del influjo de aguas cálidas. La escasa radiación solar debida a su posición sobre el polo haría el resto. La segunda escuela pone el énfasis en posibles variaciones en el efecto invernadero. Entre 50 y 40 Ma, los volcanes submarinos, que hasta esa época habían estado muy activos, se toman un respiro, y la concentración de CO2 en la atmósfera se reduce drásticamente. Según este dato, la caída térmica que tiene lugar en esta época se habría debido al descenso en la concentración del más importante de los gases de invernadero de la atmósfera terrestre. Un segundo factor de enfriamiento podría ser el enterramiento de los ingentes sedimentos ricos en carbonatos (que incluyen CO2) formados en la época cálida. Ambos factores podrían explicar el deterioro climático, pero no están reñidos con la hipótesis anterior. De hecho, ambas ideas no se excluyen, ya que, aunque no fuese el principal desencadenamiento de la glaciación, el aislamiento térmico del continente podría haber acelerado su llegada.El principal problema de la hipótesis oceánica radica en el tiempo. Por una parte, no es tarea fácil definir con precisión el momento de separación efectiva entre la Antártida y Suramérica. ¿Cuándo se abrió el Paso de Drake a una circulación oceánica profunda? ¿Sucedió esto justo antes de la glaciación? Los datos actuales inclinan a pensar que la glaciación llevaba ya varios millones de años en marcha en la Antártida Oriental antes de que el Drake adquiriese su profundidad actual, hace probablemente unos 30 Ma. El segundo escollo es que, si la corriente circumpolar es el factor decisivo, una vez establecida ésta la glaciación debería de funcionar como un reloj. Sin embargo, los últimos datos hablan de grandes fluctuaciones en la capa de hielo, entre los 25 y los 15 Ma, un intervalo en el que algunos científicos proponen un retroceso de los glaciares antárticos, que incluso dejarían libres de hielo grandes extensiones del continente. Estos problemas no significan que el papel climático de las corrientes marinas se discuta. Un ejemplo de estas repercusiones es el cierre del istmo de Panamá, hace 3 Ma, que anuló el último resto de la corriente ecuatorial, contribuyendo al crecimiento de los glaciares en las dos partes de la Antártida, y al surgimiento del casquete de Eurasia-Norteamérica. Así pues, los océanos, los grandes sistemas de transporte de calor en la Tierra, juegan un gran papel en el desarrollo de las glaciaciones. No el único, sin duda: de no ser porque los movimientos del interior terrestre llevaron a la Antártida a su actual latitud polar, quizá el continente habría seguido siendo la gran tierra boscosa que era hasta hace 50 millones de años. Ahora bien, una vez que la glaciación se ha establecido, ¿podemos conjeturar cuál será su evolución futura? Desde el último máximo glacial de hace 14.000 años, la temperatura media en el centro del continente ha subido 8ºC. Lógicamente, también los océanos antárticos se están calentando, y esto tiene su efecto sobre las plataformas de hielo, de las que en los últimos años se han desprendido enormes icebergs tabulares. El tamaño de las plataformas destruidas es del orden del de Luxemburgo . Para algunos glaciólogos, es el principio del fin de las plataformas de hielo de la Antártida Occidental, las más importantes; y, a la larga, de todo el hielo antártico, ya que cuando las plataformas desaparecen, las corrientes de hielo que las alimentan experimentan bruscas aceleraciones, lo que en último término vaciaría de hielo el continente. Se ha confirmado que el glaciar que alimenta la plataforma Larsen B, la última desaparecida, ha triplicado su velocidad. Sin embargo, los datos de conjunto son confusos. Parece que el hielo de la Antártida Oriental está en equilibrio, mientras que en la plataforma de Ross hay un claro aumento, en las de Ronne y Filchner una ligera pérdida, y en la Tierra de Marie Byrd un descenso que roza lo catastrófico: esta zona está subiendo 12 mm al año debido al adelgazamiento de la capa de hielo que la cubre. En cuanto a las causas, los climatólogos debaten si estamos presenciando el principio de un proceso acelerado inducido por el uso de combustibles fósiles, o tan solo un ciclo climático natural. Algunos indicios apuntan a que las plataformas de hielo que se están desintegrando son muy recientes. Si esto se confirma, podríamos estar presenciando oscilaciones climáticas naturales (el hielo se acumula y se funde con facilidad); sin embargo, otros datos apoyan la idea de que parte del hielo ahora destruido se había formado hace al menos 11.000 años. Esto indicaría que el hielo es muy estable, y apoyaría las sospechas de que su acelerada fusión actual sería causada por el hombre. Sin embargo, los glaciares avanzaron en las décadas de 1930 y 1940, después de un siglo de Revolución Industrial, y no empezaron a retroceder en forma significativa hasta mitad de los sesentas; luego frenaron de 1985 a 1995, y ahora parecen desbocados. Evidentemente, se trata de una dinámica difícil de predecir.Estas investigaciones no han hecho más que comenzar, pero es fácil comprender que está en juego algo importante. Como las plataformas de hielo flotan en el agua, su fusión no contribuye al aumento del nivel del mar (ya que están desalojando un volumen de agua igual al que proporcionarían). En cambio, la desaparición del hielo continental sí daría lugar a una catástrofe. En caso de que el hielo de la Península Antártica se fundiese, el nivel de los mares aumentaría 7 metros; pero la fusión de los 30 millones de kilómetros cúbicos de hielo que cubren todo el continente acarrearía una subida del nivel del mar de más de 60 metros, y la civilización actual tendría que evolucionar en alguna dirección hoy imprevisible.

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